viernes, 18 de febrero de 2011

Los Yorks...

 Carlos Torres Rotondo
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Los primeros York's fueron el segunda guitarra Román Palacios y el baterista Pacho Aguilar, que en 1965 se pusieron a practicar juntos algunas canciones en ritmo de rock. En aquel entonces Román, oriundo de San Juan de Miraflores, también tocaba música criolla; por su parte, Pacho era del distrito La Victoria y recién se iniciaba en la batería; ambos pusieron el nombre a la banda por la ciudad de New York, ya que les estaba empezando a gustar cada vez más la música norteamericana. Walter, que todavía era escolar, se contactó con ellos porque su hermana estudiaba en el Notredame con la hermana de Pacho y pronto se unió a los ensayos. Fueron probando diversos vocalistas, que cantaban inevitablemente en inglés, ya que ellos eran rockeros, y debían demostrarlo, así fueran de barrio popular. También hacían versiones de Los Saicos, banda de la que eran admiradores. Seguían buscando cantante cuando conocieron a Pablo Luna, que en aquel tiempo vivía en Ancón dedicándose a la pesca artesanal pero con mucho contacto con la Lima de entonces: tomaba su colectivo y se iba a pasear al Parque Universitario y a dar vueltas por el mercado mayorista de La Parada. En aquellos días el zambo cantaba con los Press, una banda de avioneros de la FAP que tocaban con su uniforme, pero sin el cuello y las polacas, lo que les daba una cierta apariencia mod. Se conocieron en una matinal en el cine Tauro: al ver los muchachos la electrizante actuación de Pablo y ya recuperados del susto, intentaron ubicarlo para pedirle que ensayara con ellos.
Con la incorporación de Pablo Luna el cambio fue radical: empezaron a cantar sólo en castellano y poco a poco se fueron abriendo camino... Dieron sus primeros recitales en un local llamado Hallabalou, ubicado en la playa La Herradura, donde hicieron una temporada de tres meses. Su repertorio no sólo estaba basado en canciones de rock, sino también en música criolla, tango y boleros, lo que contribuyó bastante a su aprendizaje musical y a su concepto melodramático. A todos les pagaban un sencillo por bolo y les daban opción a dos tragos... Durante esos días paraban en Lince, más precisamente en la cuadra 3 de José Leal, porque ahí vivía su primer bajista. En el barrio tenía su peluquería un peinador llamado Gianino, que además era brujo y había sido denunciado por algunas familias debido a su actitud escandalosa. El negro Luna empezó a plancharse el pelo con Gianino, ante la actitud cachosa de la banda, que lo acompañaba a la peluquería para joderlo y matarse de risa: zambo, ¿qué pasa?, ¿te ha lamido una vaca?... Tuvieron que callarse cuando les cayó la policía debido a la mala fama que tenía el local. Se produjo entonces un enorme malentendido, una peruanísima versión costumbrista de El Proceso, de Kafka, pero en versión de prensa rosa amarilla, es decir, naranja: los llevaron a la comisaría de Lince y esa misma noche salieron en el noticiero El Panamericano, de Canal 5; la nota tenía como titular: "Grupo roquero los York's, homosexuales". Las señoras que cayeron en la batida fueron acusadas de prostitutas y sus maridos de proxenetas. Sus familiares los sacaron al día siguiente de la celda, pero apenas llegaron al barrio toda la gente los empezó a joder: o sea, cholos, pero para colmo, cabros. Y ellos se reían y vivían su película personal, es decir, su vida, con una desfachatez tan exagerada que acabó por imponerles una identidad natural frente a su público creciente. En tiempos en los que no se buscaba el escándalo premeditado tuvieron una actitud irrefrenable y verdadera. Tenían de qué sobrarse: en sus ensayos empezaban a salir canciones con un sonido propio: aunque Los York's eran una banda de garage-psicodelia que tocaba con desparpajo, tenían atisbos melancólicos, guitarras punzantes y ritmo furioso y desesperado. Esa rudeza musical con la que se expresaba su actitud estaba impregnada de una belleza y sonido singular. El sonido de la banda tenía claras influencias: The Kinks, The Yardbirds, The Troggs y toda la música americana que llegaba a sus oídos, pero la voz de Pablo, que emergía con incandescente sensualidad, los acercaba al rhythm & blues y al soul: cantaba con voz dulce, cálida y acompasada, pero abruptamente podía pasar a un catártico y furibundo paroxismo, con dosis de verdadera rabia y violencia. El encargado de la primera guitarra y segunda voz, Walter Paz, por su parte, aportó con su ejecución un color y un sonido particular: su técnica en la guitarra, involuntariamente, lo llevó a espacios sonoros similares a los de un Lou Reed en la época de la Velvet Underground. Hacía la mayoría de textos, arreglos y transcripciones musicales. Como no querían que los lornearan, dejaron de ir a Lince y encontraron a su bajista definitivo: Jesús Vílchez, "el Flaco", que le dio al grupo una profundidad rítmica especial. Sus movimientos andróginos y provocadores, su cuello delicado y su flequillo alocaban y hacían proferir irremediables gritos en tiernas teens de barrio popular. 

Ell éxito de sus presentaciones con Pablo se vio recompensado en 1966 cuando firmaron un contracto con MAG, la casa discográfica propiedad del ingeniero Carlos Manuel Guerrero. Sacaron a la venta un puñado de 45s, el primero en las postrimerías del verano de 1967. Su primera reacción ante su inminente profesionalización y popularidad fue ponerse nerviosos y desconcertarse. Desde el comienzo, en la grabación del primer LP, la tensión era tan palpable que podía cortarse como mantequilla. Walter Paz salió durante una temporada y fue reemplazado por Fernando Quiroz, que tocaba en Los Zany's y que el año siguiente estaría en Los Destellos, el seminal grupo chichero dirigido por el maestro Enrique Delgado. Quiroz fue un York efímero, aunque salió en la carátula del primer disco y grabó en la mayoría de las canciones del LP –hizo la segunda guitarra en la primera versión de Abrázame-, ya que pronto regresó Walter Paz... Les dieron una semana en la sala de grabación, para usarla durante las mañanas y las tardes. En los controles técnicos estaban Carlos Manuel Guerrero y el ingeniero Cruz, pero pese a tener una consola de 8 canales, grabaron de un tirón el playback con 4 ó 5 instrumentos y luego un segundo montaje con las voces y los coros, desperdiciando por completo las posibilidades que les daba el estudio... Intentaban concentrarse, ensayaban todo cuadrado y exacto y se dormían temprano para que la grabación saliera bien... Como habían empezado a ir al estudio todos los días, se hicieron amigos de Pablo Villanueva, "Melcochita", zambo cholo chino extraterrestre, verdadero hombre del espectáculo, conocido principalmente en Lima por su faceta de artista cómico -con la que patentó su frase de batalla: ayayay, convenientemente pronunciada- y que a la vez era un potente y sabroso sonero latino, tal como demostraría posteriormente en varias performances geniales. Melcochita fue un estupendo músico de apoyo en el estudio: hizo coros y tocó instrumentos de percusión como vibráfono, pandereta, tumba y bongoes... En el órgano Farfisa los apoyó Otto de Rojas, que durante un tiempo fue tecladista del programa de concursos "Trampolín a la Fama", con Augusto Ferrando y que además participó en varias importantes grabaciones de música latina peruana durante los 60 y 70 como las de Nilo Espinoza... Durante las sesiones incluso se muñequeó el zambo Pablo Luna, que empezó a adquirir ciertas actitudes erráticas que provocaron un efímero alejamiento. Fue reemplazado por Enrique Palacios, con quien grabaron "Vete al Infierno", tema del que también Jean Paul "El Troglodita" haría una versión. Los muchachos le hicieron la pista para "El último beso", pero se dieron cuenta de que no congeniaban, de que el zambo Luna era imprescindible y decidieron regresar con él y convivir tolerantemente con su locura.

Este artículo fue publicado en el excelente blog http://rockperuanorollos.blogspot.com ¡gracias Heduardo!

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